Los perros son animales gregarios que o bien aceptan un líder o se erigen ellos mismos en líder de su manada
Por MIGUEL ÁNGEL SIGNES
(extraido de argos.portalveterinaria)
Las palabras “líder” o “liderazgo” en el mundo de la relación entre perros y personas son identificadas muchas veces con el sometimiento del perro a su propietario mediante el castigo. Pero para el establecimiento de una jerarquía, no es necesaria esta práctica en absoluto.
Miguel ángel Signes Llopis es experto en problemas de comportamiento, modificación de conducta, Asesor y Terapeuta canino certificado por AEPE en el Curso Máster de Etología Canina Avanzada. Técnico en Terapia Asistida con Animales por la Fundación Bocalán. Técnico en terapia asistida con perros por CTAC (www.ctac.cat). Trabaja en el área de Etología Clínica y de Terapias de la Asociación para el Estudio del Perro y su Entorno de la que es socio (www.aepe.net). Asociado de la Asociación Española de Terapias Asistidas con Animales y Naturaleza (www.aetana.es). Curso de Etología Clínica y Bienestar Animal impartido en la UEX. Presidente de la Asociación de Terapias y Actividades Asistidas con Animales de la Safor (www.ataaasafor.es). Autor de varios artículos sobre terapia asistida con animales. Colaborador de la revista Especies.
Sabemos que el perro, como animal gregario, necesita un líder. Y si no lo tiene, él mismo se adjudicará ese rol, lo que nos traerá muchos quebraderos de cabeza. Así, es muy importante que el propietario establezca la jerarquía.
El término “líder” últimamente va ligado al castigo y sometimiento del animal (contención activa). Esto se puede ver (o se veía) en un programa de televisión en la que sale el señor César Millán castigando y sometiendo a los perros para demostrarles quién es el que manda. Es más, “se permite el lujo” de modificar conductas agresivas, por poner un ejemplo, conteniendo a los perros (castigándoles y haciéndoles que les suba el estrés, se frustren o pasen miedo) y descartando directamente que la agresividad sea por causas orgánicas como hipotiroidismo, tumores intracraneales o prurito, entre otras, lo que por supuesto veo de Juzgado de Guardia. ¿Dónde demuestra aquí la inteligencia cuantitativamente superior que tiene el Homo sapiens respecto al Canis familiaris? Personalmente, pienso que hay que utilizar esta inteligencia, pero de otro modo.
En este artículo no quiero que los lectores comparen la palabra líder o liderazgo con todas estas aberraciones que acabo de recordar, ya que comprobarán que en ningún momento voy a mencionar que en el establecimiento de la jerarquía se utilice o haya que utilizar el castigo positivo (es el derivado de la presentación de una técnica aversiva o coercitiva) o las contenciones activas.
Concepto de Jerarquía
Pozuelos (2009) afirma que: “El concepto de jerarquía implica un escalafón entre los miembros de una manada o grupo. El mando absoluto lo ostenta un macho que normalmente es el que más batallas ha librado y mejores resultados ha obtenido. Lo secunda una hembra, subordinada al macho, pero que ostenta el segundo grado en el escalafón, es decir, en el caso de los lobos, sólo puede ser montada por el Dominante. Después de estos dos “patriarcas” la jerarquía se completa con los machos y hembras subordinados quienes al paso del tiempo, se convertirán a su vez, en dominantes bien por la disputa y victoria sobre el Jefe o por la muerte de éste”. Y añade: “El concepto de jerarquía está íntimamente ligado al de escalafón, tanto en animales como en nuestra especie. Cualquier grupo social se estructura en capas o sustratos más o menos dominantes, desde un ejército bien constituido hasta una empresa y no pensemos que en los partidos políticos o gobiernos de turno, falta esta estructuración jerárquica”.
Para el mantenimiento de esa estructura es imprescindible que haya individuos dominantes y subordinados. Quiero recalcar que la dominancia no es agresividad, ya que el perro doméstico exhibe todo un lenguaje corporal para no llegar a utilizarla.
Concepto de superalfa
El concepto de superalfa va ligado a que nosotros no podemos ser “alfas”, ya que no somos de su misma especie. Si un propietario sólo tiene un perro, éste será el alfa. Si tiene dos, uno de ellos será el alfa y el otro el beta, es decir, su subordinado. Nosotros somos los jefes del miembro alfa canino y para poder conseguirlo hay que establecer una jerarquía.
Un humano convence a un perro de que es su superalfa cuando premia cualquier conducta adecuada; castiga la desobediencia o los comportamiento inadecuados (se aplicará el castigo negativo, que consiste en la retirada de algún estímulo positivo que el animal ya poseía); le suministra el recurso; y mantiene, en lo posible, su éxito reproductor. Realizando lo anterior, al perro no le quedará otra que aceptar su subordinación sin problemas... Pero si el humano se despista lo más mínimo (dejadez en la educación, llegada al hogar de una pareja, la suegra, uno o más hijos) el perro domestico intentará hacer lo posible para subir en el escalafón, ya que como subordinados están en un debate continuo por aumentar de puesto.
¿Cuándo comenzar a establecer jerarquía?
Comenzaremos pronto, sobre todo en los periodos críticos o en el momento en que el perro llegue a casa, por lo que se hace imprescindible un código de conducta.
El perro doméstico empieza sus relaciones de dominancia en el periodo de socialización, y siguen y las afianza en la época juvenil, mediante el juego (juegos de guerra) o en los momentos en que hay alguna competencia. Esto lo hacen tanto a nivel intra como interespecífico.
A partir de esos periodos críticos el perro observará a su dueño, sus debilidades (los perros siempre están aprendiendo) y puede ser que aproveche los momentos en que éste se relaje para medirse.
Ventajas del establecimiento de la jerarquía
Las ventajas fundamentales de una jerarquía bien estructurada son:
- Aumento de la sociabilidad.
- Más disposición para el trabajo.
- Aumento de las ganas de complacer.
- Equilibrio emocional.
- Se minimiza el castigo y así como la aplicación de refuerzos negativos.
- Prevención de futuros problemas de comportamiento como por ejemplo: agresividad competitiva tanto a nivel interespecífico (agresividad por dominancia, territorial o por protección de recurso) y a nivel intraespecífico; sobreactividad; marcaje con orina y heces; búsqueda de atención; monta inadecuada, entre otras.
Formas de establecer la jerarquía
Para establecer jerarquía controlaremos el acceso a los recursos. Algunos autores lo denominan “aprender para ganar” (Campbell, 1973), “nada en la vida es gratuito” (Voith y Borchelt, 1.982) y “protocolo de deferencia” (Overall, 1.997). La deferencia se aplica en el Canis familiaris controlando los recursos por él valorados y las interacciones siempre comienzan y finalizan, cuando el propietario quiere y bajo una orden.
Es muy importante tener en cuenta que como propietarios, tenemos el control de todas las cosas que son buenas y placenteras en esta vida para nuestro amigo, es decir, controlamos todos los recursos a los que tiene acceso (juego, atención, agua, comida, paseos, las entradas y salidas de casa, contacto con otros perros o búsqueda de pareja sexual, entre otros). “Todo lo el perro desea proviene del propietario/a”.
Para establecerla se utilizará el refuerzo positivo (sirve para incorporar una conducta nueva, aumentar una existente o eliminar una conducta inapropiada incompatible) y el castigo negativo. También van muy bien, al menos en mi experiencia, las “milagrosas” palmaditas de contención, que se basan en estimular al animal con el juego y darle unas fuertes palmadas con la mano abierta en ambos costados, a la altura de las costillas, lo suficientemente contundentes como para que el perro note nuestra fuerza. El perro pensará lo siguiente: “Si mi propietario está de buen humor y me da estas 'leches', no quiero ni pensar lo que me puede llegar a hacer el día que se enfade conmigo...”. Estamos realizando toda una exhibición de fuerza en un tono amistoso, que le dará al perro una idea de lo que somos capaces de llegar a hacer, aunque nunca llegaremos a hacerlo.
Para lograr el éxito es conveniente aplicar lo que paso a describir en los siguientes tres puntos.
Jamás permitiremos al perro...
… que tire de la correa. ¿Quién pasea a quién?
… que nos mordisquee las manos, cara o cualquier parte del cuerpo. Tampoco la ropa o zapatos.
… que nos ponga las patas encima. Cuando lo haga se le ordenará que se siente y se le premiará con comida, caricias o juego por cumplir la orden. Desaconsejo que se le meta un rodillazo en la quilla ya que aparte de castigar al animal, esta acción le puede producir dolor, subirle el estrés o hacer que sienta miedo hacia nosotros. Es más, si esa acción la hace por dominancia en vez de sumisión (sube a lamernos la comisura de los labios), nos puede morder.
… menos aún que nos monte. No se utilizará el castigo positivo ya que la monta puede deberse a varias causas: dominancia, juego, frustración, conducta de desplazamiento o falta de socialización con miembros de su especie, entre otras.
… que marque con orina o heces en casa. Lo corregiremos, mediante orden de bloqueo (palabra “NO”) o respuesta incompatible (sentado, echado, llamada). El simple hecho de ordenar al perro que se siente le inhibe de realizar el comportamiento de marcaje con orina.
… que emita gruñidos de advertencia o le enseñe los dientes al dueño/a o a algún miembro de la familia. Estas situaciones suelen suceder cuando el perro está en posesión de algún recurso como la comida, un juguete o su rincón favorito de la casa, por ejemplo.
Lo que debemos hacer es...
... que el animal se gane el uso de nuestros recursos “pidiendo las cosas por favor”. El perro debe sentarse, echarse, saludar o lo que se le ordene antes de subir al coche, salir a la calle, comer, etc. Aconsejo para perros que sean dominantes o muy dominantes el ejercicio de echado ya que esta posición es la de mayor manifestación de sometimiento jerárquico de los cánidos (tumbarse sobre el dorso ante la presencia de su dueño). Seguro que acaba haciéndolo, ya que si no lo hace no comerá o no se le entregará el recurso que quiere.
… que coma después que el dueño. Para la prevención de futuros problemas de agresividad por protección de recuso primario de supervivencia, hay que darle de comer en la mano y meterle la mano en la comida para que vea que el recurso es nuestro (lo hemos cazado nosotros), no suyo.
… no ceder jamás cuando el perro ladra insistentemente desde la perrera o en casa para forzarnos a que sea sacado a pasear o cualquier otra cosa. Si cedemos asumirá que es él quien manda y además se le estará reforzando la conducta del ladrido.
… controlar la posesividad durante el juego con objetos. Es el dueño quien mantiene la posesión del objeto en todo momento. El perro debe traer y luego soltar a la orden.
… no fomentar las disputas de objetos.
… no prestar atención al perro cuando quiera él, sólo cuando queramos nosotros (caricias, mimos, darle la comida y el agua, sacarlo a la calle, interacción con otros perros...).
… decidir cuándo empiezan y acaban los juegos bajo el control de una orden, no permitiéndole en ningún momento las demandas de afecto, ya que se le estará reforzando la conducta.
Situaciones de implicaciones jerárquicas
Las situaciones que demandan control físico son significativas en ese sentido: despertarlo mientras duerme, cepillarlo, cortarle las uñas (intentar no cortarle mucho por si le causa dolor), revisar almohadillas, limpiar oídos, revisión de encías, quitarle un juguete de la boca, entre otros, son ejercicios imprescindibles que se tienen que realizar. Si el perro se deja hacer, hay que premiarlo con la recompensa adecuada (comida, caricias, juego) sin forzar, todo poco a poco y de forma gradual. El perro tiene que aceptar las manipulaciones del propietario sin que pueda haber límites al respecto.
La forma de acariciar al perro también es importante desde el punto de vista del liderazgo. A un perro sumiso no debemos palmearle la cabeza ya que le someterá un poco o a uno dominante no le debemos acariciar en los alrededores del hocico. Es muy importante que la frecuencia y la cantidad sean “dosificadas” para que no pierdan su efecto como reforzador de conductas.
Otra cuestión de fuertes implicaciones jerárquicas es la clara delimitación de las zonas del hogar por donde el perro se mueve. El perro debe de tener un sitio para descansar pero nunca erigirse “Señor Feudal” del lugar. No aconsejo que el perro suba a nuestro sofá, sillón o cama para evitar que en el futuro nos lo proteja.
Cuando el perro incumpla una orden hay que corregirlo (partiendo de la base de que el perro ya sabe realizar correctamente esa orden) y hacer que la cumpla. Si no lo hacemos así estaremos bajando un peldaño ante el animal. “Repetir una orden es síntoma de debilidad”, por lo que se intercalará la palabra “NO”, luego se volverá a decir la orden (sentado, NO, sentado) y nada de “sentado... sentado... sentado...”.
En definitiva, veo importante para que el vínculo Homo sapiens - Canis familiaris sea estable y duradero (pueden acabar abandonados, en protectoras o sacrificados) se aplique la jerarquía en los periodos críticos del animal o nada más llegue a nuestro hogar para enseñarle un código de conducta. Por otro lado, el perro es un terapeuta nato y eleva nuestra tasa de aptitud, por lo que aconsejo se utilice para reforzar y castigar las buenas y malas conductas, respectivamente, el refuerzo positivo y el castigo negativo.
Bibliografía
Pozuelos, A. (2009) en: “Conceptos de gregarismo, jerarquía y dominancia” (www.aepe.net).